Javier Aroca: "Todos dejamos de ir a los mítines de todos cuando la política se futbolizó"

Entrevista

Este antropólogo, jurista y tertuliano ha sacado un libro que no deja indiferente. ‘Democracia en alerta. La política desde el sofá’ (Ediciones B). Su voz es tronante en las tertulias matinales del ‘Hoy por Hoy’ de la Cadena SER y en otros medios de alcance nacional. Llama al público a ser crítico, narra algunos acontecimientos de la Transición que vivió en directo, denuncia la falta de un poder político propio de Andalucía en Madrid y confiesa que no sabe cómo saldrá Sánchez de su enésima crisis.

Javier Aroca.
Javier Aroca. / Juan Carlos Vázquez

-Más que a un sofá, la política está para que se la vincule a un diván.

-La psiquiatría y un diván tendrían un lugar preponderante, sí. Cuando aludo al sofá es para denunciar que la sociedad está adormecida. El sofá es sagrado para la siesta y otros descansos, pero se ha convertido en un lugar de adormecimiento, de pasividad política, de pérdida de identidad y de la ausencia de espíritu crítico.

-El sofá es perjudicial para la salud democrática.

-Sí. Los endocrinos nos recomiendan que no tomemos comida procesada. La información procesada, manipulada y mentirosa que nos llega a través de la televisión cuando estamos sentados de manera pasiva y acrítica en el sofá es perjudicial de la salud democrática y para la formación de una ciudadanía crítica. No nos podemos dejar engañar por esas recetas procesadas que nos llegan ritualmente desde el gran centro de procesamiento de las noticias en España que es Madrid, lugar donde se concentran el poder político y el mediático. Es una necesidad imperiosa para la salud democrática de este país que haya una prensa periférica, asentada en el territorio donde se produce, menos vulnerable a la concentración de la información y más cerca de la ciudadanía, como es el caso de este periódico donde se publicará esta entrevista.

-¿Falta sentido del humor en la política actual?

-Depende. Falta sentido del humor en los políticos. Pero como espectáculo es para hartarse de reír, porque vemos cada personaje…

-Usted fija insistentemente el inicio de todo en la Ley de Reforma Política del 77, no en la Constitución del 78.

-El 78 no fue un momento constituyente en el sentido puro de la palabra. Cuanto se decidió entonces nos venía de la Ley de Reforma Política, que Landelino Lavilla y Torcuato Fernández Miranda se encargaron de que fuera una Ley Fundamental del anterior régimen. Casi todo lo que se derivó en el 78, incluido el Rey, ya venía incluido en el paquete del 77. Yo no impugno la totalidad del 78, que fue un logro importante, pero sí digo que la carta de naturaleza del 78 es la ley del 77. La Monarquía es el gran elemento que lo pone de manifiesto. La Transición estuvo atada y bien atada. Y uno de los elementos de esos anudamientos de la nueva democracia, con sectores del régimen anterior, se articuló en la ley del 77. En principio no fue muy creída por los partidos democráticos, pero al final fue asumida.

-En una sociedad donde ya casi no se considera maestro a nadie, usted reconoce especial gratitud a quienes se lo enseñaron todo.

-Quizás hoy no hay maestros. Pero yo sí tengo que reconocer a maestros. En lo jurídico recuerdo a Rafael Illescas. Soy de Letras y recuerdo las clases de Latín de Vicente García de Diego. Y de Rafael Navarrete, que me dio clases de Filosofía en el Instituto San Isidoro. No olvido esos nombres. Y después tengo maestros en los libros. Todo lo que he escrito está en los libros de mi casa. No he tenido que ir a ninguna biblioteca, lo tenía todo en los libros de mi casa.

-Se considera de la generación de los “hijos del agobio”. ¿Cómo se denominarán a sí mismos los jóvenes de hoy que no encuentran un piso?

-Eso es una terrible consecuencia de lo mal que han hecho la tarea los grandes partidos. Es un fracaso colectivo. Es verdad que el problema de la vivienda no solo se sufre en España. Pero en otros países ha habido un consenso para resolverlo. El acceso a la vivienda se canta en la Constitución Española de forma entusiasta, pero nadie respeta eso.

-De su viaje juvenil a los Estados Unidos confiesa que descubrió que ni los pobres eran todos de izquierda ni los ricos militaban todos en la considerada derecha.

-Eso fue un hallazgo. Los jóvenes progresistas veníamos de una separación mental. Hoy se habla de los ‘fachapobres’. Los Estados Unidos son una plutocracia, gobiernan los ricos, como ahora se ve. Trump es muy rico. ¿Pero acaso es pobre Biden o lo eran Carter o los Kennedy? Aquello es un sistema de ricos en el que unos militan en un lado y otros en otro. Un hombre que procede de la nobleza rica y acomodada y que, sin embargo, prestó grandes servicios al progreso y a la paz fue el escritor Bertrand Russell. Fue un laborista británico de primer nivel.

-Denuncia la cantidad de periodistas afectos al régimen de Franco que mutaron en “sacerdotes de la democracia”. ¿En el fondo no era esa una prueba del éxito?

-La conversión demócrata siempre es mejor que la antidemócrata. Lo que denuncio es ese sacerdocio que en algunos niveles ha llegado incluso al papado. O, al menos, al arzobispado. Se han dedicado a emitir doctrina y a controlar el desviacionismo de lo que consideraban indesviable en la Transición. Se erigen en paladines de la libertad de expresión quienes han sido soporte del régimen anterior. Llama la atención. Adolfo Suárez le da hoy nombre a un aeropuerto de Madrid y fue ministro del Movimiento y director de TVE. Ya se era consciente de que controlar los medios de comunicación era bueno para el régimen que fuera.

-Escribe una frase con cierta nostalgia que podemos compartir. “En la Transición asistíamos todos a los mítines de todos”. ¿Cuándo perdimos ese espíritu?

-Cuando se mercantilizó la política. Cuando se cosificó y se futbolizó. Se separa entre los míos y los otros. Se pasó a una competencia por el poder. Cuando todos asistíamos a los actos de todos era porque el bien a repartir era el ser demócrata, pero alcanzada la democracia el bien a repartir pasó a ser el poder.

-En ese viaje juvenil a los Estados Unidos percibió la preocupación por una posible revolución comunista a la muerte de Franco. Usted destaca que todo apuntaba a un bipartidismo turnista. ¿No era deseable ese bipartidismo?

-No en todos los casos. En Estados Unidos se ve claramente desde sus inicios, como en la historia de Grecia o en el Reino Unido. Pero España tiene unos perfiles plurales nos gusten o no. No entro en si plurinacional o no. España es muy plural. Lo era ya con los Reyes Católicos, con los Austrias, con los Borbones, en las dos repúblicas…La política tiene que dar respuestas a la realidad de un país. España no es bipolar. Se demuestra cuando ninguno de estos dos grandes partidos reúne los votos necesarios y es cuando el bipartidismo muda en ortopédico, porque se tienen que apoyar en la realidad política de España, en fuerzas muy poderosas en Cataluña o el País Vasco. Y esto lo ha hecho tanto el PSOE como el PP.

-Usted está convencido de la injerencia política e ideológica de los jueces. Es una de sus denuncias preferidas.

-Sí, absolutamente. Pero no lo digo por los últimos casos. Es un análisis elaborado y meditado. El poder judicial español no ha pasado por el tamiz de la Transición. No puedo decir que los jueces sean franquistas. La mayoría ni conocieron a Franco. Pero es cierto que los jueces que administraban las leyes de Franco pasaron a administrar las leyes de la democracia. Hay un problema generalizado que es la juristocracia, el convencimiento de algunos miembros y sectores del poder judicial de que ellos están por encima de los otros dos poderes. Se atisba un desprecio con respecto al poder legislativo o el ejecutivo. Es un vicio que degenera en la politización de la Justicia o en la judicialización de la política. El papel de los jueces no es hacer política.

-¿El movimiento del 15-M se equivocó al cuestionar la Transición? ¿Fue su pecado original?

-Fue uno de sus aciertos. La Transición es una idea estática en contra de la propia etimología de la palabra. Deberíamos estar ya por la tercera transición, por lo menos. No diré cuántas reformas de la Constitución deberíamos llevar ya. Las que se han hecho han sido impuestas por Europa o por algún matiz que exigen los nuevos tiempos lingüísticos. Se acertó en el cuestionamiento de un régimen mortecino, pero se equivocaron en su ingenuidad. No sabían que eso iba a destapar la caja de los truenos, a un enemigo muy poderoso que Norberto Bobbio calificó como el ‘criptogobierno’ y que en la jerga periodística se llama el Estado profundo.

-¿Los politólogos son un mal necesario como los vaticanistas en tiempos de cónclave?

-Sí. Cuento en el libro cómo surgió la ocurrencia de los politólogos. Fue en la televisión francesa para distinguir a los políticos de quienes comentaban las encuestas. Los politólogos eran los sociólogos de toda la vida. Politólogos somos todos, incluso nosotros

-Afirma que la respuesta de la ciudadanía a la información procesada no debe ser un “individualismo crítico”. ¿Y cómo se articula que no sea así?

-No impugno el individualismo crítico. Pero no podemos abandonar las vías colectivas. Lo colectivo es fundamental, lo social, lo político, el que nos juntemos, el que comentemos las noticias en los lugares adecuados, no en el sofá. Bertrand Russell expuso en los años cuarenta la necesidad de enseñarles a los niños de Primaria a leer el periódico con incredulidad. Tenemos que formar en el saber leer y recibir noticias desde temprana edad. Borges decía que no se podía confundir la verdad con el cuerpo 12, que es el de la tipografía del periódico. No se puede dar por bueno lo que dice “la tele”. La basura informativa adquiere cada día mayores dimensiones. No hay que renunciar al saber ni al comprender.

-En su libro concede especial importancia a la célebre foto de político catalán Durán i Lleida en una suite del Hotel Palace.

-Pone de manifiesto una asimetría del poder en España. De hecho está incluida en la Constitución. Se superó gracias al arrojo del pueblo andaluz, aquello que se llamó el ‘café para todos’. Una cosa es el formalismo político y otra el poder real. Y la verdad es que la burguesía catalana manda no solamente en Cataluña, sino en España. En el libro cito el ejemplo del blocao, una palabra de origen alemán que alude a una fortaleza militar usada en sitios sin resguardo. La imagen de Durán i Lleida es como si estuviera en su blocao. Estuviera o no en el Hemiciclo, estaba vigilando todo lo que ocurría en él. Antes Roca y hoy otros desde Waterloo ejercen una presión sobre España muy importante. Es mérito de ellos, como lo es del PNV. Pondré un ejemplo para que se me entienda. Estamos en un proceso de fusión entre el BBVA y el Sabadell. Hay muchos argumentos encima de la mesa. Pero normalmente no se cita el fundamental. Y es que representan territorios. Decía el ministro Carlos Cuerpo en una entrevista concedida a la SER que la territorialidad de una entidad financiera es muy importante. Los catalanes defienden no perder un referente bancario en Cataluña que apoye el tejido industrial de allí. ¡A los andaluces nos quitaron todas las cajas! ¿Lo que es verdad en Cataluña por qué no lo es en Andalucía? Pues porque los catalanes tienen poder político y nosotros no. Obsérvese también el papel tan importante que ha jugado una de las fundaciones de las cajas de ahorro vascas que se ha personado inmediatamente y de manera activa en la defensa del mantenimiento del Talgo en el País Vasco. Eso aquí no ocurre. Eso es una desgracia objetiva. Pero más desgracia aún es no darnos cuenta. La mayoría de la gente de aquí no se dan cuenta y lo aceptan de manera natural. Pero no es el orden natural. Andalucía, aunque no tenga partidos propios, tiene o debería tener poder político propio para jugar en el tablero político del Estado de otra manera, pero no lo hace. Porque los partidos que tan tenido la mayoría dependen siempre del poder de Madrid. El presidente del Gobierno ha aportado una serie de medidas para arreglar el problema de la vivienda en la última conferencia de presidentes autonómicos. No son todas las que me gustarían, pero bueno… ¿Por qué no las acepta Moreno Bonilla? Creo que a él le gustaría aceptarlas. Porque van en contra de la estrategia marcada por Génova. La autonomía también supone la de tus mayores de Madrid. El autogobierno en Andalucía no se puede descafeinar. Pierde sentido.

-¿El sanchismo acaba con el PSOE o, al menos, lo dejará en coma?

-Creo que el PSOE acabará con el PSOE. No necesariamente tiene que ser el sanchismo. Hoy día hay otras corrientes perniciosas para el PSOE aparte de la que pueda suponer Sánchez. Creo que el papel que están jugando determinadas familias socialistas es un ejemplo de deslealtad, de poco sentido patriótico y de escaso respeto a las mayorías democráticas. Sánchez ya va a pasar a la historia por algunas cosas muy negativas lamentablemente, porque ha hecho cosas muy positivas. Está en una encrucijada ahora mismo de la que yo no sé cómo va a salir. Yo desde luego siento una vergüenza enorme por todo lo que está pasando. Y, sobre todo, siento una vergüenza enorme de que al final la política esté consistiendo en la ‘filtrocracia’, en el yo más que tú o en el yo menos que tú y en un conjunto de acusaciones de corrupción que, además, en la mayoría de los casos son ciertas. Uno de los grandes peligros de la democracia y su vigencia es precisamente la corrupción.

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